Mi experiencia en Corea




por Dr. Alfonso García Chávez, Tijuana, Baja California Norte, México.
Cirujano Ortopedista
Ced. Prof. 2711159 UABC · Ced. Esp. 3411117 Unidad Médica de Alta Especialidad, Dr. Victorio de la Fuente Narvaez, IMSS · Certificado por el Consejo Mexicano de Ortopedia y Traumatología No. 4/1500/13 Fellow en Cirugía de Columna con enfoque en procedimientos de mínima invasión en Wooridul Spine Hospital, Pohang, Corea del Sur · Maestría en Administración de Empresas Universidad de Phoenix, EE.UU.

Las primeras 24 horas 
Es 26 de Diciembre del 2014 y de mañana me dirijo con destino fijo hacia la Ciudad de Seúl en Corea del Sur. A decir verdad he comprado un boleto de avión que me llevará hacia una dirección incierta. En palabras del galardonado escritor, Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, “La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar”. Y así es, he decidido abrazar este estado emocional que me llena de un gran temor por lo desconocido, y aferrarme a cualquier pensamiento que me pueda consolar y ofrecer la mínima esperanza de que todo resultará de acuerdo a mis planes. Ya he puesto toda la carne en el asador y me encuentro exactamente en la línea que limita esa tan afamada y mencionada zona de confort, para emprender un viaje que me armará con las herramientas necesarias para hacerle frente a aquellos males que afectan a la columna de mis pacientes. Soy cirujano ortopedista de profesión, egresado de la Universidad Autónoma de Baja Californiana, nacido en el Estado de Chihuahua. Tijuana ha sido testigo de mi crecimiento y formación como médico y por lo tanto la considero mi ciudad de origen. Me encuentro ahora mismo en ese punto de no retorno. Por fin el momento de la verdad ha llegado, la respuesta a esa pregunta planteada con anterioridad, que inicialmente provocaba una emoción y ansiedad que me hace recordar a aquellas navidades en las que tenía que encontrar el valor para armarme de paciencia y poder romper el decorativo papel que cubría a los tan esperados regalos que “mágicamente” se hacían presentes debajo del iluminado pino, sólo después de caer rendido dominado por el sueño. No puedo dormir, mil cosas se hacen presentes en mi cabeza,  la realidad y el paso de las horas interrumpen mi optimismo y amenazan con desmoronar esa meta de enriquecer mi conocimiento.

He llegado al aeropuerto después de un viaje que ha parecido eterno, desde mi casa hasta el punto de partida. Me acompañan mis padres y mi hija menor. Comienzo a sentir ese nudo en la garganta, dolor de pecho, y el vacío en el estómago que acompaña al desprendimiento físico y emocional de un ser querido, tengo ganas de retroceder y por un momento dejarme llevar por mis sentimientos de inseguridad y volver a ese nido familiar en donde uno se siente protegido e inmensamente amado. Decido confiar ciegamente en los motivos por los cuales tomé esta decisión y nuevamente recupero un mínimo de control, sólo el suficiente para poder abrazar a mi hija y recordarle cuánto la amo, pero sin poder mantener mis ojos libres de lágrimas. Veo a mis padres sobre el hombro de mi hija y recuerdo su rostro de aceptación y apoyo que inevitablemente se contagia rápidamente por ese desborde de sentimientos en donde se ven mezclados la felicidad, tristeza y el miedo.

La despedida ha quedado sólo en el recuerdo y ahora estoy abordo de una aeronave en donde el 60% de los pasajeros son asiáticos y quizás menos de la mitad de ellos hablan inglés. Por fortuna y sorpresa mía, logro conciliar el sueño sólo para despertar 12 horas después en mi primera escala en China, en dónde después de una breve espera y verificación aduanal, abordo mi segundo pasaje con destino a la Ciudad de Incheon en Corea.

Con mapa, celular y “tablet” en mano, letreros en Coreano, Inglés y otros idiomas logro encontrar mi maleta y comprar un boleto de tren a la estación de Geomam, que cruza a la de mayor tráfico que es la de Seúl. Saliendo de esa estación tendré que abordar un autobús que me dejará frente a mi primer morada, una casa de huéspedes que ubiqué por Internet y que según yo satisfacía mis necesidades en cuanto a precio y cercanía con el Hospital Wooridul en Gimpo. La temperatura es de -14ºC y muy seguro de mi mismo subo al autobús, evito sentarme en aquellos lugares asignados para personas con necesidades diferentes y de la tercera edad, decido tomar pasillo por aquello de que debo estar pendiente al punto de encuentro. Después de unos 30 minutos y sin batería en mi celular y sin una señal estable de internet para mi tablet, me doy cuenta que voy en dirección opuesta, -¿me río?, ¿lloro?, ¿qué hago?. Como pude le dejo saber al chofer que deseo bajarme. Camino tres cuadras y me doy cuenta que mi tablet tiene al menos suficiente señal para mandar un mensaje a la persona que me espera en la casa de huéspedes, le envío un mapa de donde estoy, una foto y todo lo que puedo encontrar a la mano para que me ubique y solo me dice en su inglés escueto, que no sabe y que no reconoce el lugar, que sería mejor regresar a la estación de Geomam y esperarlo ahí. Cruzo la calle y tomo un autobús, - ¿pero cuál autobús? si todos tienen números y colores distintos al que tomé inicialmente, el mapa de la ruta señalada está en coreano y sólo puedo leer “Geomam” (el nombre de la estación de metro en donde me esperan), finalmente comprendo y puedo descifrar el número de transporte me llevará de regreso. Al subirme le doy la indicación al chofer para que me avise cuando me esté acercando a mi destino, me sorprende al contestarme en inglés y asintiendo con su cabeza. En ese momento me sentí tan aliviado que pude recuperar mi tranquilidad.

Diez minutos más tarde llega Chungi sonriente y dispuesto a ayudarme a cargar mis maletas para tomar nuevamente el autobús, creo que jamás me había sentido tan contento de ver a un perfecto desconocido como hasta hoy.
 -Hemos llegado; comentó en inglés. Al bajar del camión, en la esquina de la calle en donde teníamos que subir para llegar a la casa de huéspedes me encontré un carrito que vendía camotes. Le pregunté a Chungi si podríamos comprar algunos y antes que sacara mis monedas, ya había hecho trato con la comerciante y cargaba ahora con mi maleta más pesada y una bolsa con 3 camotes. Llegamos al noveno piso del edificio y sin perder tiempo me indica la clave de acceso para abrir la puerta principal, que por cierto ya olvidé. Entramos y sin decir mucho, señala a mis pies y me indica que debo quitarme los zapatos. Mi padre me enseñó a abrocharme las agujetas de una manera tan segura agregándole un doble nudo para que no se me fueran a soltar jamás, pues ahí me tienen arrodillado y desamarrando esas cintas que finalmente permitieron deshacerme del calzado. Dejamos las cosas en mi habitación y pasé a escuchar las reglas de la casa. Después de observar una limpieza impecable y un perfecto orden en la cocina y resto de las habitaciones, se me invita a sentarme en la sala y descansar. Después de una media hora y salir victorioso de algo que parecía el más complicado acertijo logré encender el televisor sólo para escuchar puros canales en coreano; 5 minutos más tarde llega mi anfitrión con una olla de noodles, dos platos hondos, dos cucharas largas y dos pares de palillos de metal. Destapa dos paquetes de “kim” (unas hojas delgadas de aproximadamente 3 x 4 pulgadas hechas con base de algas) y se dispone a sorber “su sopa” a lo que yo sólo recuerdo abrir los ojos grandes en señal de sorpresa,  pero como tenía tanta hambre, decido no ponerle tanta atención a lo que veo y concentrarme más en comer. Finalizamos con un café, tres camotes que sólo la cáscara dejamos y una conversación en donde ambos comprendimos menos de la mitad de lo que quisimos comunicar.

Como a las tres de la mañana me despierto para dirigirme al baño, levanto la tapa y observo un asiento diferente en cuyo lado derecho hay una serie de controles que no puedo comprender.  Mientras hago un poco de conciencia vuelvo a “leer” como si por segunda, tercera o cuarta vez sucediera el milagro de la iluminación y entendería el mensaje. Decido presionar el que más me gustó, porque tenía un icono que pude identificar como agua, lo acciono y en ese momento siento un suave y frío chorro de agua que humedece aquellos puntos que deben limpiarse perfectamente. Muy seguro de mí mismo presiono el siguiente botón y descubro que ahora el mismo chorro varía su intensidad y confirmo nuevamente que voy por buen camino. Presiono ahora un tercer botón y se suspende aquel chisguete y comienza a salir un aire tibio que seca perfectamente cualquier rastro de humedad. Regreso a mi cama con un rostro de felicidad por pasar mi primer prueba en un país lejano, frío, con un idioma desconocido y en donde no tenía la mas remota idea de cómo llegaría al día siguiente a mi hospital sede.

Dos horas después me levanto, Chungi ya estaba despierto con el café preparado, una barra de pan sobre la mesa, leche, huevos, mantequilla y mermelada de fresa. Sin perder tiempo y conocedor de cómo prepararme unos huevos revueltos puse manos a la obra. Finalicé mi desayuno con un par de rebanadas de pan  mantequilla y mermelada, otra taza de café y un vaso con leche. Antes de partir cargué la ruta del metro en mi celular y me arme de valor para salir nuevamente a la calle con cierto temor a volverme a perder. Esta vez, estuve muy atento a todo detalle a mis alrededores, memoricé santo y seña. Partí de la estación de Geomam con dirección a la estación de Seul, transbordé a la línea 5 en Gongdeok con dirección a Gimpo mi destino final. Una hora más tarde y con una sonrisa de oreja a oreja, bajé del metro y reconocí el estacionamiento del Hospital que está ubicado exactamente en el aeropuerto de Gimpo, vi el luminoso que identifica a “Wooridul Spine Hospital” y dije, -ahora sí, hemos llegado.

Me recibe la Sra. Lee Sungmin y me indica cuál es la oficina en donde debo esperar las siguientes instrucciones, 10 minutos más tarde llega nuevamente y me dice que mi maestro está listo para recibirme. Tengo que señalar que por lecturas previas, aprendí que en Corea no es costumbre saludar de mano y si se hace la primera vez que te presentan a una persona con mayor autoridad que la tuya debes realizarlo con la mano derecha y colocando debajo de tu antebrazo la mano izquierda, hacer una pequeña inclinación con tu tronco y no dejar de ver a los ojos a la persona. Sobra comentarles que esto lo memoricé y lo visualice infinitas veces. Llego a la oficina y mi maestro estaba de espalda, me señalan y me indican que puedo pasar, mi “Seosengnim” voltea a verme y sonríe y me dice - Alponsoooooo, welcome to Korea (el sonido de la letra “efe” no existe en el abecedario Hangul) abre sus brazos y me da un abrazo apretado muy a la mexicana, sin poder mover un músculo me quedo congelado y con cara de sorpresa volteo a ver a mi alrededor y percibo que el resto de las secretarias y asistentes que se encuentran en la oficina están aún más sorprendidas que yo. Es así como éste país me da la bienvenida.

Los Siguientes Meses
Durante las siguientes semanas comencé a sentirme más cómodo con las actividades del día, salía de mi departamento con temperaturas bajo cero, caminaba un kilómetro aproximadamente al hospital, al llegar saludaba a la persona de recepción procurando siempre detenerme frente a su escritorio inclinarme hacia delante (sólo un poco) y expresar un amistoso “añong jaseyoo” que puede ser utilizado para decir buenos días, buenas tardes o un simple hola. Después del saludo semiformal, tomaba el ascensor hacia el tercer piso, en donde se ubica la oficina de nosotros los “fellows” o mejor dicho los “pellows” que es la manera en que nos identifican a los médicos que estamos haciendo un entrenamiento especial en cirugía de columna. Ahí me quitaba gorro, bufanda, guantes, chamarra, camiseta termal y me ponía ropa cómoda que usualmente consistía en un uniforme quirúrgico y zapatos tipo “crocs”. A las ocho de la mañana en punto y no exagero, puntualito, nos reuníamos en la sala de juntas para discutir y revisar los casos clínicos de pacientes que estaban programados para cirugía ese mismo día. En estas reuniones están presentes el Director Médico, los adscritos, y “pellows” coreanos y extranjeros. Para mi mala suerte, estas sesiones matutinas suelen ser en coreano, lo cual me hacía poner el doble de atención en las imágenes de estudios de radiografías simples, tomografías y resonancia magnética. No tardé mucho en hacer amistad con dos de mis compañeros coreanos que entendían sólo el suficiente inglés para traducirme sin mucho detalle lo que ahí se discutía logrando sacarle provecho al contenido que se nos presentaba. Al concluir la junta y después de un ligero desayuno que por lo general era un “kimbap” (rollo de arroz con jamón o alguna otra proteína y verduras cubierto con una hoja de algas) y algo de café muy ligero, acompañábamos a nuestro adscrito a pasar visita a los pacientes hospitalizados. En estas visitas el médico tratante se detiene con cada uno de sus pacientes y pregunta  ¿kenchana yo? - ¿todo bien?, ¿apayo? - ¿le duele?, a lo que generalmente el hospitalizado respondía con una sonrisa diciendo “ne ne ne kenchana, anapayo” - sí, sí, sí, todo bien, no duele; cuando en su caso así sucediera. Concluyendo la visita llegaban para mí las mejores horas del día, era como visitar una juguetería en la cuál tienes oportunidad de ver todos los más novedosos y llamativos aparatejos que te puedas imaginar y no sólo eso, observar también a los médicos que desarrollaron la técnica que se está llevando a cabo en ese momento. Es como tener un pase VIP con acceso a camerino para ver a su artista favorito todos los días, ¿se lo pueden imaginar?. Los médicos que son autores de libros que me ha tocado consultar, autores de artículos que he estudiado y analizado con detalle, todos ellos juntos bajo un mismo techo y dispuestos a dirigirte no sólo el saludo, si no a enseñarte de la manera más desinteresada lo que ellos hacen y cómo es que resuelven los problemas quirúrgicos mas complejos que puedes enfrentar.
En un abrir y cerrar de ojos concluyó mi primer mes de estancia en Seúl, me habían anticipado que tendría que cambiarme a vivir a una pequeña ciudad llamada Pohang ubicada en la costa sureste. La razón es que mi maestro es motivado a continuar como Director y Presidente Médico del Hospital Wooridul para cirugía de columna en esta ciudad y decide reubicar el programa de entrenamiento para “pellows” extranjeros.

Me encuentro ahora con la fortuna de estar en una bella ciudad junto al mar, que tiene un clima igual de envidiable que mi hermosa Tijuana, con amplias banquetas y áreas asignadas para hacer todo tipo de actividades al aire libre, y que además estaré recibiendo un entrenamiento y preparación quirúrgica prácticamente personalizada, en manos de un médico ampliamente conocido como líder innovador en varias técnicas de cirugía endoscópica de columna y otros abordajes de mínima invasión para esta región anatómica. En pocas palabras una “estrella de rock” en lo que respecta al mundo de la cirugía de columna. Durante los primeros días en el hospital de Pohang, me presentan a mis compañeros de trabajo, enfermeras, enfermeros, asistentes médicos, técnicos en imagen y médicos especialistas adscritos y resto de personal administrativo. Sin percibir mucho el cambio y siguiendo con el mismo estándar de calidad en la revisión de casos clínicos de pacientes, visita hospitalaria y finalmente rutina de quirófano; ahora me encuentro dentro del área conocida como gris dentro de quirófanos, aquí uno puede circular solamente portando un uniforme quirúrgico, calzado cómodo asignado sólo para ésta área (ya que no tiene contacto con el suelo del resto del hospital), gorro quirúrgico y cubreboca, el cual lo puede traer uno sin colocárselo totalmente para dejar descubierta nariz y boca, observo la programación anotada en el pizarrón y me doy un breve paseo por este espacio que tiene tres salas para cirugía totalmente equipadas, dos de ellas con microscopio y dos unidades de láser, una de las cuales es para uso exclusivo durante procedimientos de endoscopía, que son todas aquellas cirugías en donde se hace sólo una pequeña herida por la cual se pasa un instrumento que en la punta tiene una lente fina que le permite al cirujano observar el interior del cuerpo con asistencia de una cámara de alta definición, que a su vez tiene como imagen de salida un monitor plano de pantalla ancha que ofrece una visión excelente de todas las estructuras. La tercera sala está asignada para procedimientos que requieren menor equipo y menor tiempo quirúrgico.

Son las 9:30 am y suena un timbre, a través de una pequeña pantalla puedo observar que hay una enfermera de piso lista para entregar al primer paciente que se operará hoy, se acciona por dentro una puerta translucida y permite a la enfermera quirúrgica ubicarse en un espacio intermedio para recibir al paciente, ella espera a que la puerta detrás de ella se cierre y acciona una segunda puerta que comunica hacia el pasillo hospitalario en donde se hace el enlace para recibir al paciente, finalmente en camilla, se conduce a la persona a la sala 1, ahí es recibido por una enfermera asistente de anestesia, un anestesiólogo, un enfermero quirúrgico, y observan cuidadosamente la jefa de enfermería quirúrgica y la instrumentista que todo el proceso se lleve a cabo con seguridad. Al paciente se le dan algunas indicaciones después de verificar su nombre, el médico tratante y el procedimiento que se le realizará, incluyendo la identificación del lado a intervenir (derecho o izquierdo); sólo así se procede a iniciar la anestesia con la administración de algunos medicamentos por la vena, acto seguido se le coloca una sonda uretrovesical para poder monitorizar la cantidad de orina que el paciente produce durante su intervención y facilitar otras tareas hospitalarias durante su recuperación. Mis funciones hasta el momento son sólo participar como observador, abrir el programa en la computadora que contiene las imágenes de resonancia magnética, y ser un testigo más de que la preparación y la posición del paciente sea la correcta. El médico adscrito me invita a asistirle en la cirugía. Sintiendo una emoción y felicidad que se compara con la primera vez que hice un viaje en avión, pasé a lavarme las manos en preparación y respetando toda la técnica, la enfermera quirúrgica me recibe con un saludo formal “añong jasimnikaa” -buen día tenga usted, y me entrega una toalla desechable para terminar de secarme las manos y mis antebrazos, me ofrece la bata quirúrgica y detrás de mí una enfermera circulante me sujeta los amarres de la misma, extiendo mis brazos y me ofrecen la colocación del guante de mi mano derecha y después el izquierdo, entrego a la enfermera una tarjeta que trae sujeto un último lazo frente a mi bata que al hacer un giro hacia mi izquierda, mientras la enfermera sujeta esta tarjeta, el lazo da la vuelta y termina de amarrar perfectamente la bata sin “contaminar” ni un solo punto para incrementar aún más y garantizar la esterilidad del procedimiento. El cirujano se aproxima al paciente que ya se encuentra colocado boca abajo y con campos quirúrgicos (sabanas desechables que limitan el área a intervenir), se aproxima por sí solo el técnico de imagen con un aparato especial que emite rayos x para producir una imagen en tiempo real de la columna, y así poder identificar sin lugar a duda el sitio a operar. El cirujano hace unas marcas con un plumón esterilizado que le permitirá realizar una incisión de 3 cm, para posteriormente separar piel, un poco de grasa corporal, seguido de una cubierta llamada fascia que rodea al músculo y llegar al hueso de la columna, coloca un separador especial, y nuevamente verifica con la ayuda de rayos x que el sitio y nivel de la incisión sea el correcto. Me indica que acerque el microscopio y el resto de la cirugía se hace bajo visión indirecta a través de este aparato. Las imágenes que se observan permiten distinguir con detalle muy preciso todas las estructuras que uno debe de corregir para que el procedimiento resulte exitoso. La experiencia de utilizar un microscopio quirúrgico es como hacer un viaje maravilloso y acercarse a regiones inalcanzables del cuerpo, observar con una claridad inigualable y trabajar con una seguridad y precisión milimétrica. Lo único que cabe en el orificio de 2.5 cm de diámetro son instrumentos que no suelen tener más de 5 mm de ancho, son largos y angulados para no obstruir la visibilidad. Uno debe aprender a usarlos como extensión de sus manos y a trabajar con ellos con la mayor suavidad posible, ya que todo lo que se ve tiene un aumento de tamaño entre 6 y 10 veces. Concluye la cirugía y el médico hace una última revisión de la zona para asegurarse que no haya sangrado, coloca un drenaje de silicón para que cualquier líquido residual pueda escapar y no se quede atrapado entre los tejidos. Se sutura la herida y se coloca una pequeña gasa estéril sosteniéndola con una tela adhesiva especial que no irrita la piel. Se me solicita ayuda para voltear al paciente al conteo del anestesiólogo “janaa, dul, seet” y agrega diciendo “chon chonii” - despacio.

“Para llevar”
En Corea, existen muchas palabras y frases que vienen del inglés; cuando comencé a sentirme como en casa, me atreví a salir a comer con más confianza. Cuando se hace una orden de comida en el mostrador es común que la persona que te atiende te pregunte “¿take out?”, que sencillamente traducido al español quiere decir que si su orden es “¿para llevar?”, a lo que naturalmente contesto “ne, ne” que quiere decir “sí, sí”. Pensando en esta frase y aprovechando la reflexión a la que me invita, deseo compartir con ustedes aquello que quisiera “para llevar” de Corea, así como envuelto y empaquetado como producto de alta calidad y sellado herméticamente, sólo para que no perezca, pero que definitivamente tiene la intensión de que sea ampliamente distribuido y consumido. Leí que un 26 de Enero de 1962, el gobierno de México y Corea del Sur decidieron formalmente establecer relaciones diplomáticas, con lo cual ambos países se comprometieron a darle importancia estratégica a sus intereses, incrementando las actividades comerciales y el movimiento de personas. Sin embargo en el ámbito de la medicina, históricamente no encontré muchos registros de intercambios académicos.

Me voy a permitir detenerme un poco en un punto, para recalcar algo que me llama mucho la atención. Fue apenas en 1945, cuando después de la segunda guerra mundial, La Unión Soviética y los Estados Unidos acordaron la rendición de las Fuerzas Japonesas, y es como a partir de ese año, queda dividido Korea del Norte (ocupado por la Unión Soviética) y Corea del Sur (ocupada por los Estados Unidos). Debido a la falta de acuerdos entre ambas partes y por apoyo del gobierno comunista, se desencadena una guerra en 1950, de la cual no existe registro alguno de un Tratado de Paz, lo que a la fecha sigue causando constante tensión entre ambas fuerzas políticas. Dicho esto y también porque soy muy preguntón, he llegado a la conclusión que Corea del Sur hace apenas 65 años comenzó a levantarse entre los escombros para construir la nación que son ahora, es verdad que si se le busca uno puede encontrar muchas fallas, pero me interesa más por el momento compartir sus virtudes.

Desde mi llegada me he topado con gente verdaderamente humilde de corazón, dispuesta a servir y ayudar a quien lo necesita. Se respira un aire de seguridad en donde aún se puede ver a los menores en las calles disfrutando de un paseo dominical con la menor preocupación. El transporte público es verdaderamente eficiente, puntual y limpio. El respeto por el espacio ajeno es muy valorado y tomado en cuenta. Una persona puede estar parado al lado de uno, sólo esperando a que concluya para poderte interrumpir y darte algún mensaje. Reconozco que tengo muy poco tiempo en este país, y que mi análisis puede distar mucho de ser uno que tenga el peso y valor de una verdadera investigación sociocultural, pero tómenlo como una mera opinión, y quien tenga la oportunidad de visitarlo, que haga sus propias conclusiones.

Definitivamente hay diferencias notorias en la cultura organizacional que se vive en los hospitales que me tocó visitar. No alcanzo a percibir una competencia desleal, no puedo negar que los celos profesionales existen, pero hay respeto entre colegas, ese respeto que enaltece la transmisión del conocimiento científico para el bienestar de los pacientes, muy por encima de las diferencias personales que se pueden dar entre dos o más líderes de opinión. Me es muy agradable poder recordar tantas y tantas anécdotas de mi estancia y compartirlas, pero no sería prudente de mi parte dedicarle más letras por el momento. M

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