El cáncer de tiroides es la enfermedad endocrina maligna más frecuente en el mundo, representa 90% del cáncer endocrino. Se presenta con mayor frecuencia en mujeres que en hombres, afectando por cada 3 mujeres a 1 hombre; la edad de la mayoría de los pacientes cuando se diagnostica es entre los 35 y 55 años, aunque puede presentarse en niños y en ancianos.

La tiroides es una glándula que se encuentra en la parte anterior del cuello y produce hormonas que nos sirven como catalizador (acelerador) para utilizar la energía en las actividades de la vida diaria. Por ejemplo, hace que nuestro cuerpo tenga fuerza y actividad, una persona que no tiene una buena función de la glándula tiroides, es una persona que se cansa con facilidad y que acumula peso.
Se conocen diversos tipos de cáncer de tiroides, pero de acuerdo a su comportamiento agresivo los podemos agrupar del menos grave al de comportamiento muy agresivo: a) Papilar y folicular, buen pronóstico, b) Medular, regular pronóstico, y c) Anáplasico, muy agresivo.

Las personas que pueden tener estos tipos de cáncer las podemos dividir en aquellas que por la herencia lo pueden presentar, y en quienes tienen otros factores de riesgo para portar la enfermedad. Los factores de riesgo hereditario se conocen porque existe algún familiar (padres, hermanos y abuelos) con historia de cáncer de tiroides, mientras que los no hereditarios los tienen aquellas personas que durante su infancia estuvieron expuestas a algún tipo de radiación para tratar alguna enfermedad, así como las personas que viven en lugares donde el aumento benigno de la glándula tiroides (conocido como bocio) es frecuente, o que tienen aumento de volumen de la glándula tiroides.

En etapas tempranas, la forma en cómo se presenta es con un aumento de volumen en la parte anterior del cuello (Imagen A) que puede ir desde 1 cm o más, no es doloroso y no desaparece; a eso en medicina se le conoce como nódulo tiroideo (imagen B), en etapas avanzadas puede haber además del nódulo tiroideo, ronquera, la presencia de “bolitas” en las partes laterales del cuello, es decir ganglios linfáticos; y cuando la enfermedad es muy avanzada, puede haber una gran masa en el cuello, presentándose afectación de pulmones y huesos por cáncer y después la muerte.

Para el diagnostico del cáncer de tiroides se requiere de un estudio inicial que se llama biopsia por aspiración con aguja fina, y consiste en tomar con una jeringa y aguja una muestra de tejidos para analizarla al microscopio.

Al hacer el diagnostico, se realiza un estudio integral del paciente para asignarle una etapa que puede ser cáncer temprano (cáncer localizado a la glándula tiroides), cáncer moderadamente avanzado (cáncer fuera de la glándula tiroides pero que sigue en el cuello) y cáncer muy avanzado (cáncer que salió más allá del cuello). Esta clasificación por etapas es importante para realizar el tratamiento adecuado y poder dar un pronóstico.

La principal forma de tratamiento para el cáncer de tiroides es la cirugía, que consiste en remover la glándula tiroides y sólo debe ser realizada por cirujanos expertos, ya que las complicaciones de una cirugía inadecuada son graves. Además de la cirugía, se utiliza la ingestión de yodo con radiación, el cual se encarga de matar las células microscópicas para que no queden restos de enfermedad. Si este cáncer se trata a tiempo, el pronóstico es bueno; si es avanzada, aún puede lograrse control de la enfermedad (imagen C), pero si existen grandes crecimientos del cáncer o éste invadió los pulmones o el hueso, el pronóstico ya no es tan favorecedor.

En conclusión, todo aumento de volumen en el cuello que persiste en un corto intervalo de tiempo (mayor a un mes) debe ser estudiado por un médico capacitado, ¡Una detección oportuna puede ser una oportunidad de vida!   M